viernes, 17 de julio de 2009

Las casas, los cuervos y sus techos

Probablemente una casa en Monserrat tenga la puerta abierta; o directamente no tenga la puerta sino sólo el marco y un vacío, lo que haría harto dificultoso entrar. El problema, que no es tal pero la provocación que quiero inducir me hace usar el término, es que en Monserrat todas las casas son iguales. Me explicaré. Todas las casas son iguales. Una puerta acá, una ventana en este otro lado. Un techo arriba, inalcanzable y hasta más arriba, y un piso en lo más profundo.

Indudablemente los cuervos entran a Buenos Aires por Monserrat. Tal vez por San Cristóbal o por San Telmo. Los ornitólogos acusan que en estas latitudes no hay cuervos, pero quién va a creerles. No importa tanto la geografía cuando a uno el miedo lo deja perplejo o la sorpresa, los instantes antes de la sorpresa, ilusionado. A mí Sebastián Souza, durante lo que duró un vino, me contó con aires de imprudencia que no existe un término en español que ponga de manifiesto más dudas que la palabra indudablemente, y creo que sigue teniendo razón.

Estaba en los techos de las casas de Monserrat, donde siempre se posan los cuervos a vernos. Aquí la palabra siempre no implica ninguna connotación temporal sino absolutamente lo contrario, como siempre. El hecho es que los cuervos nos miran y todo lo demás forma parte de existentes frívolos y poco interesantes que no hacen otra cosa que rellenar espacios vacíos en la historia que, de lo contrario, serían ocupados por futilidades aun más triviales. Y nos miran a la manera de Poe, de la única posible manera que un cuervo, casi con seguridad, puede mirar a una mujer, a un techo, a otro cuervo o a un escritor.

Atravesar una puerta de entrada conduce, inmediatamente después, a dos movimientos oculares. Mirar hacia arriba para ver el techo, y en él los techos; y tumbar hacia abajo para perder la vista en las profundidades de las casas. De modo opuesto, cruzar una puerta de salida compromete a mirar las cornisas adornadas de pérgolas y de cuervos que se confunden con pérgolas que tienen formas de cuervos, aunque nunca nadie puede tener certeza si son las unas o los otros aquello que se ve.

Todas las sospechas, una vez depuestas, conllevan a la tremebunda gravedad del hecho consumado. Llegado este punto ya no se puede hacer más nada. Y es por ello que todas las casas no son otra cosa más que casas con cuervos en sus techos.

3 comentarios:

Gabys! dijo...

a ver..
yo siempre con mis dudas...
cuervos, cuervos.... mmmm... suena (como en todo escrito) a un animal maligno, de esos q siempre están al acecho (igual a muchas de las personas que nos rodean)...
Monserrat... al menos se donde queda... entre Monserrat y San Cristóbal está casa de Gobierno... aunq no tiene nada q ver con lo q vos escribiste... creo q los cuervos q nos vigilan esperando el momento en que pasemos arruinados frente a ellos, q están siempre al acecho... son los del gobierno, los funcionariso públicos q sólo esperan q el país se caiga a pedazos para ver cual es la mejor tajada q pueden sacar en su provecho...
bue, me re fui de tema... me dejé llevar por el momento... q sigas super bien!!!
te kiero enormemente!! y a las amistades hay q cuidarlas y defenderlas como sea....

adrianjbsouto dijo...

no gabys, no, el cuervo es el panadero de san lorenzo que vive a la vuelta de mi casa en Monserrat, es decir, a la vuelta de todas las casas, porque todas las casas son iguales acá

Seba Souza dijo...

¿Yo dije eso? ¡Qué imprudente!
Me gustó, Fran. Los gintonics de anoche también. Pero esto más.